ESPIRITUALIDAD

El viejo integrismo religioso, que ha marcado la programación intelectual y emocional del ser humano durante siglos, se despliega en la actualidad a través de un reduccionismo cientificista, también dependiente de los grandes poderes económicos y políticos, que pretende limitar la verdad y la realidad a una (versátil) colección de datos y teorías elaborados desde un empirismo tan descriptivo como nominalista. Pero, de igual manera que un microscopio amplía la percepción del mundo físico, existen fuentes, métodos y técnicas que descubren otros ámbitos asimismo invisibles (en apariencia), aunque aún más sutiles, apenas aprehensibles con el estrecho utillaje metodológico, y hasta epistemológico, de las ciencias convencionales.

Para negar la espiritualidad, su naturaleza y manifestaciones, la práctica científica dominante considera que le alcanza con un estudio crítico del fenómeno religioso como producto sociohistórico. Pero las religiones (lat. religio ‘intensa o viva unión’), instrumentos de control social al servicio de la lógica del poder que rige la civilización humana, hace mucho tiempo que dejaron de ser el camino de iluminación interior que lleva la consciencia del sujeto hasta su divinidad. Ni siquiera explica nada la cómoda exclusión psicologista de sus creencias como resultado de una más o menos compleja sistematización de la experiencia onírica con los ancestros fallecidos, ya que, dentro de esos parámetros positivistas, las  causalidades descriptivas tampoco acreditarían un fenómeno definido sólo a partir de valores a lo sumo indiciarios.

Con todo, esta obra no postula ignorar la capacidad de la razón para abordar esa introspección espiritual, entre otras cosas porque, sin objetar, sin cuestionar los condicionamientos culturales adquiridos, la mente y el ánimo será muy difícil que busquen salida a la insatisfacción emocional y la frustración social que impone un materialismo restringente. Aunque en determinado momento de este proceso de desprogramación, sus categorías analíticas deberán confrontar la necesidad de la vivencia (intransferible) para penetrar en la verdad espiritual.

Por eso, aquí se ha prescindido de los enredos discursivos que encallan el debate en imágenes lingüísticas armadas sobre apriorismos biológicos o religiosos. Ambos extremos han terminado por opacar la innata aptitud humana para transitar y degustar esa otra realidad más allá de las tutelas y las intermediaciones espurias.

Sin la menor pretensión normativa o apologética, se comparten en este epígrafe algunos materiales mágicos que pertenecen a la actividad mística emprendida por el autor durante la última década, reflexiones y recursos antes que revelaciones directas.